Y mis brazos la rodean apretando sus costillas, mis manos dibujando en su
piel. Un suspiro, el olor de su cuello embriagando mis sentidos. El calor de su
cuerpo volviéndome cada vez más mortal. Sus dedos subiendo por mi espalda, sus
dedos enredados en mi cabello.
El mundo se ha hecho pequeño, el tiempo se ha vuelto eterno y mis noches se
han vuelto un sueño. La luna se marcha y cada vez me aferro más a mi almohada.
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